Capítulo 3

Sábado, 15 de diciembre de 2012.

Aquel día me desperté de un exagerado buen humor, incluso preocupante. Sólo faltaban unos días para el baile, y quería tenerlo todo bien preparado.  De ahí que hubiera quedado tan sólo un par de horas más tarde con el amor de mi vida, la persona a la que más quería en el mundo.

Me levanté y busqué algo de ropa para ponerme. Fui al baño para lavarme la cara y darme una ducha. Luego, me puse la ropa y me peiné rápidamente. Me preparé un rápido aunque nutritivo desayuno y me lavé los dientes.

Cogí mi cartera, mi móvil y un abrigo y salí fuera. Habíamos quedado para ir por separado porque Héctor llegaría aquel día, aunque no sabíamos la hora exacta.

Ah, y por cierto...

Mi nombre es Rachel.
_______________

- Señor-decía una chica alta, delgada y pelirroja, de ojos marrones-.
- ¿Sí?-respondió ese tal "señor", sin que pudiera llegar a verlo-.
-  He localizado al chico. Creo que sé dónde está.
- ¿Y?
- Vive en la ciudad de Nueva York. En el East Village, creo.
- Vaya, qué cómodo. Así que ni siquiera tenemos que traérnoslo de otro lugar, tiene su hogar a unas pocas calles del punto de inicio. Sólo faltan seis días, Jill. Seis días, y el mundo tal y como lo conocemos dejará de existir.

El hombre avanzó unos pasos, y justo en el momento en que volvió a hablar pude observar su rostro, que sonreía con una escalofriante malicia.

- ¿No es emocionante?

Me desperté sobresaltado, pues en aquella última frase tuve la sensación de que el hombre me había mirado directamente a los ojos.

Siempre he sido bastante escéptico, pero aún así un sueño tan real justo después de que me llegaran aquellos malditos poderes...

Pero el susto que me llevé al darme la vuelta en la cama fue mucho peor.

- ¿¡Héctor?!-casi me caigo de ella-.
- ¡Hola, primo!¿Cómo te va? He oído que sigues con Rachel, ¿alguna novedad en particular?
- Pues según a lo que te refieras por novedad.
- ¿Habéis...?
- ¡¡No!!-contesté rápidamente.
- Vale, tío, tranquilízate. Tan sólo era una pregunta.
- Sí, claro, perdona. Es que he tenido un sueño bastante agitado.

Todavía no me lo podía quitar de la cabeza. Era todo tan real... Y los ojos de aquel hombre...

- Oye, tío-me decía Héctor-. ¿Podría hacerte una pregunta, sólo por curiosidad?
- Siempre que no sea demasiado íntima, sí.

Estábamos sentados en la cocina. Yo, mientras tanto, vigilaba el reloj para no llegar tarde a mi cita con Rachel.


- ¿Qué narices ha pasado con la puerta de tu cuarto?


Desvié de nuevo la mirada hacia el reloj, pensando en algo.

- Un... accidente. Sí, eso. Un accidente. Mejor no preguntes.
- Muy bien, como quieras. Y entonces, ¿has quedado con Rachel?
- Sí, dentro de un par de horas.
- Otra vez.
- Sí.
- Y para ir de compras.
- ¡Sí! ¿Y qué pasa?
- ¿Es que no te das cuenta, Ry? ¡Te estás convirtiendo en una tía!
- ¡Serás idiota!
- Lo que me extraña es que todavía no te hayas empezado a maquillar. ¿O sí que lo has hecho? Porque la verdad es que te vendría bien, con esa cara de zombie recién levantado que tienes ahora...

Le tiré un panecillo a la cara, y esquivé el que él me lanzó para salir rápidamente de la cocina.

- Lo siento, primo, pero llego tarde a mi cita. Ya nos veremos más tarde.

Me despedí de él, cogí todo lo necesario para salir y me fui en dirección  al lugar donde había quedado con Rachel: FAO, Quinta Avenida. Y habría llegado de no ser por aquel inoportuno inconveniente.

- ¡Tío, dame la pasta!
- ¡No tengo nada, te lo juro!

Estaban en un callejón a pocas calles de Central Park, y  a plena luz del día, lo cual me extrañó mucho. Casi tanto como el hecho de que pudiera oírlos aún estando a más de cinco calles de distancia.

- Dámela o te arrepentirás, chaval.

Llegué justo cuando sacaba la navaja.

- ¡No, por favor!
- Déjalo.

Ambos se giraron hacia mí.

- Y hazlo deprisa, por favor. He quedado con mi novia y no quiero llegar tarde, así que si he de darte una paliza que sea ya.
- ¿Pero quién te crees que eres, capullo? ¿Es que quieres morir?

Nunca había sido demasiado valiente, pero mis recién aparecidos poderes me animaron lo suficiente como para hacerlo. Era como si ellos mismos tuvieran la necesidad de ser utilizados.

- Como quieras, tío. Pero que conste que te he avisado.
- ¿Pero qué...?

Apenas le había dado tiempo a mover la mano en la que tenía la navaja, y ya se la había quitado, inmovilizado y tirado al suelo. Si es que soy un as.

- ¿Sabías que una vez mandé un coche al espacio con sólo un estornudo?
- ¿Pero quién...? ¿Y cómo?¿Quién demonios eres?
- Mi nombre es Ryan, Ryan Chase.

Quedó guay, aunque habría sonado mejor con algo de música épica y un relámpago de fondo, tipo "¡chan, chan...!". Bueno, ya me entendéis.

Saqué mi móvil, y llamé con él a la policía. Le hice una señal al que había estado a punto de ser atracado y le dije:

- Todo tuyo. La poli llegará en unos minutos.

Volví a guardarme el móvil en el bolsillo, y eché a andar en dirección a donde había quedado con Rachel. Dejando a aquel hombre salvado de un atraco por una especie de superhéroe adolescente.

Me pregunté que habría pasado con el más bien cobarde Ryan Chase, que de un día a otro había pasado a ser el que se tapaba con un cojín para no ver en la tele una escena de terror mientras su novia se la contaba a enfrentarse a un peligroso delicuente (casi) sin pestañear. Cómo molo.

Vi la hora que era y me sorprendí al darme cuenta de que me había desviado algo más de lo previsto.

- Oh, mierda-dije-.

Llegaba ya media hora tarde, y ni siquiera la hipervelocidad podría ayudarme. Así que puse en marcha algo que llevaba tiempo preparando, pensado para otra ocasión, pero que me ayudaría  a justificar mi retraso ante Rachel, y rogarle que me perdonara. Hay que ver lo estresante que es esto de tener poderes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario