Capítulo 1

Me llamo Ryan, Ryan Chase. Y he de advertirte de unas cuantas cosas antes de que sigas leyendo este relato. La primera: no soy como un adolescente normal. Soy diferente, en un sentido especial: tengo poderes. Sí, en serio. Así que mucho cuidado cuando bromeemos sobre la gente como nosotros. No todo el mundo tiene tan buen humor como yo.Y créeme cuando te digo que hay bastantes más de los que crees,lo que pasa es que a la mayoría no les gusta ser lo que son y prefieren ignorarlo de por vida antes que enfrentarse a ello. A no ser que se les provoque, en cuyo caso la habrías cagado. 

Que conste que te he avisado, así que allá tú.

La segunda: no recomiendo ninguna de las locuras que yo hice y os voy a contar, especialmente si no tienes poderes. Si ya duele con ellos, no imagino sin tenerlos.

Seguro que ya te estarás preguntando: ¿y cómo se supone que te llegaron esos poderes? ¿Acaso te acostaste normal un día y al siguiente despertaste levitando en la cama? Pues sí, justamente eso. Pero aquello sólo fue el principio de un día muy extraño. Al salir de mi cuarto, fui a cerrar la puerta y la arranqué de cuajo. De camino a la parada del autobús hacia el instituto, me empecé a notar resfriado y estornudé a la altura del coche del vecino. Abrí los ojos tras el estornudo, y el coche ya no estaba allí. No fue hasta unos días después cuando descubrí que había puesto el primer coche en órbita. Pero aquello, unido a la invisibilidad cuando los vecinos salieron a ver qué había pasado, o la hipervelocidad cuando vi que perdía el autobús, o el hecho de que pudiera atravesar la pared de clase como si nada, empezó a hacerme pensar que me estaba pasando algo raro.

Para empezar, no sabía cómo explicaría lo del coche, la puerta rota, el pobre chaval que me vio atravesando la pared (y a juzgar por la expresión de su cara, de hecho, le causé un trauma de los grandes) y, en general, todo lo que estaba pasando, a mis padres, y sobre todo a Rachel, mi novia. No quería acabar como uno de esos tíos mutantes que secuestran agencias secretas del gobierno para experimentar con ellos, ni sentirme obligado a ir por ahí, de ciudad en ciudad salvando el mundo sin tener tiempo ni para estar un poco con mis seres queridos, y mucho menos ponerlos en peligro.

La cuestión es que llegué a clase. Nadie excepto aquel chico me vio, y me escabullí rápidamente a mi pupitre, no muy lejos de la puerta. Por suerte, cuando el profesor se giró yo ya estaba sentado, y fue entonces cuando empezó a pasar lista. Me había sentado, como siempre, al lado de Rachel. 

Me quedé, durante unos instantes, allí inmóvil mirándola. Era tan bella: rubia, con el pelo largo recogido con una cinta, ojos verdes, nariz y bocas perfectas, como el resto de ella. Era, sin duda, lo que había querido siempre, aún antes de saberlo: era simpática, inteligente, divertida… En un solo instante, reviví el momento en que ella me correspondió, aquel día que fuimos juntos a tomar un picnic. Habíamos sido amigos durante mucho tiempo, prácticamente inseparables, hasta entonces. Cuando llegó la puesta de sol, ambos nos miramos. Yo llevaba ya meses enamorado de ella, pero siempre me acobardaba por el miedo a perderla, y no decía nada. Hasta que no hicieron falta las palabras. Bastó una mirada de Rachel para comprender que ella sentía lo mismo por mí: amor. Dulce aunque algo torpemente, ambos encontramos nuestro primer beso, y descubrimos que juntos compartiríamos aquel sentimiento tan maravilloso que es el amor. 

Y luego nos cagó un pájaro en la cabeza. En mi opinión, la escena habría quedado bastante más bonita si esa inoportuna ave hubiese aguantado un poco más.

-Eh,Ry-me susurró Rachel-. Me parece que han dicho tu nombre.

Me sentí como si despertara de un sueño.

-¿Ryan Chase?- la impaciente voz del profesor me devolvió definitivamente a la realidad.
-Eh, sí, aquí señor.

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